Escribe: Gonzalo Manzanares
Las noticias comenzaron a llegar de China. Hablaban de un virus mortal contraído por tomar
sopa de murciélago. Altamente contagioso, dejaba muertos por todos lados. Luego paso a
otros países: España, Italia, Alemania, Francia. Pronto se supo el nombre de Coronavirus. Los
síntomas eran varios: fiebre alta, tos seca, dolor de garganta, cabeza y cuerpo. Me fui a
descansar pensando en la pandemia.
Comencé a sentir mi frente caliente como una fragua, dolor de garganta y cuerpo. La tos,
imparable, llenaba mi aposento de sordos ruidos. Temblaba de frio y al mirar hacia arriba veía
vitrales de distintas figuras y colores como ornamentos; escarlata, azul, verde, ígneo. De
pronto escuche un sonido como de un carrillón que me sobresalto.
Había sido un sueño, llego el alivio y todo lo soñado parecía incongruente.
Más tarde la realidad. Llegaban noticias de miles de infectados y cientos de muertos en Europa
y Asia.
Alguien dijo que por la lejanía en tiempo y kilómetros la enfermedad tardaría en llegar. Pero
no se pensó que mucha gente había viajado al exterior.
Comenzó el regreso y con ellos llego el virus. Empezaron los contagios y las muertes, pero así
como era mortal, el virus era débil. Con agua y jabón, lavandina y alcohol etílico se lo
eliminaba.
La paranoia se apodero de algunos al conocerse que otro de los síntomas era la pérdida de
olfato y gusto, a tal punto que muchos al despertar olían el vinagre para probar su estado de
salud.
Las autoridades se reunieron con especialistas; infectólogos y otros. Dado que el contagio no
se producía por el aire, sino de persona a persona al toser o estando a menos de un metro y
medio, se determinó un aislamiento de todos los ciudadanos, o sea, no salir si no era
necesario.
Los contagios y muertes fueron aumentando.
El virus siempre acechando en algún recodo de nuestras vidas, adosado a cualquier descuido.
Pasan los días, semanas, meses y esperando que esto pasara, aguardando el tañido del reloj de
ébano anunciando el fin del aislamiento.
Al día de hoy seguimos encerrados. Sin trabajo, con empresas cerradas y quebradas.
¿Hasta cuándo? ¿Hasta que haya una vacuna? ¿El mundo cambio? Ya lo sabremos.
FIN.
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