Caza de brujas

Escribe: Mariana Franco- 5to 1ra

Era el atardecer. El sol caía sobre las pequeñas casas del pueblo de Aberdeen, dejando que la oscuridad abrace lentamente a los pueblerinos. Martha Corey, una campesina de 24 años que vivía sola, abrió bruscamente las ventanas de su hogar con notable desconcierto en el rostro al escuchar los cantos y pasos de una gran multitud. Afuera, hombres y mujeres caminaban enfurecidos y alborotados, con antorchas en las manos, por un motivo que no era desconocido para la joven. Se unió a la multitud y alzó la cabeza para observar que ocurría adelante. Iban a condenar a otra bruja.
Ya habían acontecido numerosos ahorcamientos a supuestas brujas en Escocia anteriormente. Por lo general, las acusadas eran mujeres adultas, solteras o viudas, curanderas, parteras y alquimistas. Habían sido condenados algunos hombres, aunque esto no era tan frecuente; sin embargo, está era la primera vez que se ahorcaba a una niña.
Frente a toda la multitud, una pequeña figura femenina avanzaba hacia la horca, obligada por un hombre que le jalaba el brazo para que caminara. La niña se resistía y lloraba, pidiendo por su madre, pero sus llantos eran casi inaudibles, pues los campesinos gritaban en todo momento. Como de costumbre, se veían enojados y desesperados, anhelando que se lleve a cabo el asesinato.
A unos pocos metros de distancia, Martha distinguió a Ervin, un amigo cercano que conocía desde hace años. Ervin se encontraba callado y serio, observando todo desde un costado, donde tenía una visita completa de los sucesos. Decidió acercarse.
- ¿Sabes qué pasó?
- Los padres de la niña murieron de forma misteriosa durante la noche. Una vecina amiga de la familia llamó a la puerta por la mañana, y al no recibir contestación miró por la ventana.- hizo una pequeña pausa, sin dejar de mirar a la pobre acusada, que dentro de poco ya no respiraría.- Ambos cuerpos estaban tendidos en el piso. Cuando entraron a la casa encontraron a la niña durmiendo en la cama junto a la cocina, dónde estaban los padres.
Martha no habló por un minuto, la información que había recibido era perturbadora. Continuaron charlando mientras seguían a la gente.
-¿Eso fue hoy?¿Acaso no tuvo juicio la chiquilla?
Ervin finalmente la miró - Fue esta misma mañana, cuando encontraron a las víctimas alertaron inmediatamente a los tribunales y juzgaron a la niña. Todo se produjo muy rápido.
- Y la declararon culpable- contestó.
- Eso parece.
De repente todos dejaron de andar. Ya habían llegado a la horca. El sol había desaparecido por completo, dejando que únicamente las estrellas y antorchas iluminaran el espectáculo que estaba por ocurrir. A lo lejos, la iglesia era apenas visible para Martha, pero la pequeña y la horca, que estaban más cerca, se veían lo suficientemente claras.
-¡Maten a esa bruja!- gritó un hombre que se encontraba a unos pocos pasos de distancia de los jóvenes amigos, abrazando a su esposa con un brazo y sosteniendo una antorcha con el otro.
- ¡Es el diablo! ¡Devuélvanla al infierno!- exclamó otro campesino.
El hombre que llevaba a la niña la condujo hacia la horca y le colocó la soga en el cuello con dificultad, pues ella no dejaba de moverse y luchar, llorando y llamando a su mamá.
- Pobre criatura inocente -susurró Ervin para su acompañante- ¿Acaso somos los únicos seres empáticos que se oponen a este crimen? Quiero decir, es solo una pequeña, ni siquiera entiende que sus padres ya no están.
- Imagino que muchas personas decidieron no venir- contestó la muchacha -. No es algo lindo de apreciar.
- Supongo que tienes razón, no he visto a muchos vecinos entre la multitud. Ni la mujer que denunció a la niña se atrevió a venir.
Las personas fueron callando de a poco, hasta que ya nadie emitió sonido. La acusada sollozaba, ya sin fuerzas para hacer nada más y parecía que rezaba. Luego de una breve pausa, un hombre habló fuerte y claro. Martha no podía verlo, pero pudo reconocer su voz, pues era el sacerdote que había estado presente en todos los ahorcamientos anteriores.
- Estamos aquí para cumplir con la condena que los tribunales han decidido sabiamente para la joven Sarah Averill, culpable de doble asesinato.
Seguido a esto, el sacerdote se dedicó a recitar el mismo discurso de siempre: que las brujas obraban para el diablo y sus hechizos malignos eran un peligro para el pueblo. Estaba a punto de terminar, cuando por lo bajo se escuchó a la niña susurrar algo. La soga le apretaba un poco el cuello, por lo que sus palabras no se entendían muy bien
- No soy una bruja, por favor. No soy una bruja.
Por un segundo, nadie habló.
Cómo si el universo deseara hacer la escena aún más dramática, comenzó a llover. El agua apagó las antorchas una a una, dejando a todos ciegos. Un oportuno relámpago iluminó a la niña, quien había empezado a levitar; sus largos y rojizos cabellos despeinados volaban alocados sobre su cabeza con el viento.
La multitud gritó aterrada. Algunos retrocedieron, y otros pocos abandonaron el lugar corriendo. El sacerdote, por su parte, se dispuso a terminar su discurso, alzando la voz aún más que antes, por culpa del tropel.
- A la hechicera no dejarás viva. Éxodo 22:18. ¡Libérate de Satanás! ¡Ahorquen a la bruja en nombre del Señor! -exclamó.
El cuerpo de la niña cayó de repente, la soga apretándole el cuello. Pataleaba y pataleaba. Los campesinos observaban totalmente callados, y Ervin, que antes parecía indignado, ahora tenía la boca y los ojos bien abiertos, probablemente por el acto de brujería que acababa de presenciar y no podía creer. Luego de un breve tiempo, ya no había movimiento. El cuerpo de la pequeña colgaba sin vida de la soga.
- Todo terminó cariño -le dijo algún vecino a su esposa- estamos a salvo.
Los espectadores comenzaron a dispersarse de a poco, yendo cada uno a sus casas como si no acabarán de asesinar a alguien hace un minuto.
Casi sin hablar, Martha y Ervin se despidieron.
Al llegar a su hogar, Martha Corey se dirigió tranquila a su cama. Por suerte, nadie la había escuchado conjurar el hechizo durante la sentencia, pues todos tenían su atención sobre la supuesta verdadera bruja.

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